miércoles, 22 de junio de 2011

La gata Flora



Había una vez una gata llamada flora que le encantaba pasearse por los techos, era muy ágil, podía saltar de grandes alturas y correr a gran velocidad, sabía escaparse de los perros y como cazar pájaros. Un día que caminaba por un tejado empezó a llover, y en un resbalón no pudo agarrarse con las pezuñas y terminó en el suelo, se dio un gran golpe en la cabeza, cuando se despertó, estaba atrapada en una jaula con una niña que le traía comida, no lograba recordar nada, quien era y de dónde venía. Solo sabía que no le gustaba estar encerrada, la niña le traía alimentos pero ella no tenía hambre. Un día un pájaro se poso en la ventana, y le dijo: viste así ibas a terminar, siempre atrapando a pajaritos, ahora te toca pagar por lo que has hecho y saber lo que se siente ser presa fácil. Al otro día se apareció nuevamente y la gata le insistió: por favor pájaro, sácame de aquí, y nunca más los perseguiré, pues nunca olvidaré quién me ha liberado, si permanezco aquí mi corazón dejara de latir. El pájaro amante de la libertad, le dio lástima, fue volando con cuidado hasta la jaula agarró con sus patas la traba y pudo liberar la compuerta. La gata se escapó y logró subir al tejado. Allí vio la ciudad y recordó lo bello que era, sus techos, sus muros, sus enredaderas, las flores de los balcones, de noche sus luces adornaban sus calles como las estrellas adornan la noche. Y poco a poco fue recuperando la memoria, se acordó que era una gran cazadora, pero también de la promesa que había pronunciado, y decidió comenzar una nueva vida. La niña comprendió que la gata solo volvía si la dejaba libre, entonces ponía un poco de alimento en el balcón y allí compartían gratos momentos. La gata flora que pensó que nunca iba a poder ser amiga de los seres humanos y los pájaros, comprendió que la gracia en la vida está en tener amigos que te pueden salvar de los problemas y que es cuando uno comparte la alegría que esta se multiplica.

El perro territorial



En uno de los tantos barrios que hay en este país había un perro muy grande, con grandes ojos y dientes, que iba cuadra por cuadra marcando su territorio estableciendo límites hasta donde podían llegar los otros perros, como tenía un gran poder tenía una gran ambición. Esto hacía que cada dos por tres encuentre pelea con otros perros. Le faltaba la mitad de una oreja que había perdido con un rotwailer, tenía la cola toda mordida por un bóxer, y así por todo su cuerpo se podía ver las marcas de las batallas. Era un perro insaciable, hasta que todo el pueblo no era suyo no se detenía, entonces andaba en jauría, y los que se atrevían a enfrentarlos terminaban en la veterinaria. Hasta que un día vino al pueblo un perro fuerte como pocas veces se había visto, cuando el perro jefe se enteró, fue con su patota a mostrar quien mandaba en el lugar, vio que realmente era un perro grande, pero él ya había vencido a peores, lo que no se esperó es que todos los perros de los barrios, cansados de la opresión, ese día aparecerían a apoyar al nuevo vecino, fue así que se armo una gran riña. Tanto ruido hicieron que los vecinos llamaron a los bomberos y a la policía, quienes los fueron atrapando de a uno y metiéndolos en jaula, una vez en la perrera sus dueños vinieron a retirarlos, algunos salían vendados, otros rengueando, otros aullando. Desde aquel día cada perro quedó atado en su casa, o encerrado en los límites de su territorio; por eso hoy en día se cuida que no se escapen. El gran perro aprendió una gran lección: que no era la cantidad de terreno, huesos o cosas lo que lo hacía feliz; sino la calidad, que sus dueños lo quieran y lo traten bien. Allí en su pequeño patio, ya no debía pelear para mantener el territorio, el honor, la seguridad, tampoco tenía odios, ni miedos, pues no había porque ni a quién; fue así que al pueblo volvió la paz.

viernes, 17 de junio de 2011

Con el ala rota

Era el águila más ágil y fuerte, los cielos le pertenecían, andaba como un cohete y podía ver a su presa desde las nubes. Un día persiguiendo a un cuis la bala de un fusil partió su ala en dos, las ramas de un gran árbol amortiguaron su caída, ya nunca más iba a poder volar. Dolorida por lo sucedido llego a duras penas a una cueva, se miro el ala, sintió mucha tristeza, pues sabía que ya no volaría ¿Cómo iba a sobrevivir de ahora en más? Se preguntaba, en ese momento un amigo que vio lo sucedido y escuchó los lamentos que profirió la herida ave, llegó a la cueva y para consolarla le dijo: _quizá ya no puedas volar, pero puedes hacer otras cosas, siempre hay algo bueno para hacer, solo debes dar rienda suelta a la imaginación y proponerte un camino a elección; lo podrás recorrer en la medida que te decidas a hacerlo, puedes enseñar a las más jóvenes, cuales son los mejores lugares para la caza, como deben hacer para encontrar las cuevas de los ratones, a cambio ellos te traerán alimento en recompensa. Al principio no le gustaba la idea, pero luego vio, que asistían muchos alumnos, que compartían gratos momentos intercambiando historias con sus pares, les enseñaba a no andar cerca de los humanos con escopetas, a cazar de un solo picotazo y así entre bizcochitos, frutas y amigos fue feliz nuevamente.

lunes, 13 de junio de 2011

En la Oscuridad de la Cárcel



Miraba la luna a través de los barrotes, lo habían declarado culpable y sentenciado a cadena perpetua. El estaba confundido, enojado, no entendía porque lo acusaban, pues siempre trató de hacer lo correcto, de niño había sido abanderado, había cumplido con los preceptos de la iglesia, mantuvo una carrera ejemplar, y juro por los santos evangelios desempeñar con lealtad su función, hasta ahora la vida había sido lógica y todo le fue claro como el agua ¿En que había fallado? ¿Por qué lo declararon culpable? Se preguntaba, si él había premeditado que la guerra que había librado era contra el mal, contra los malos, sabía que luchar contra el mal era hacer el bien, que para que triunfe el mal basta que los buenos no hagan nada, que hacer un mal para evitar un mal mayor era hacer el bien ¿Qué era lo que había hecho mal? Sentado en la oscuridad de la celda, no había luz que lo llegara a iluminar, su conciencia estaba tranquila, su pulso era normal, pero en su cabeza pasaba un solo pensamiento, porque estaba preso si era inocente ¿Sera que al perder la guerra los vencedores querían venganza? pero ¿por qué triunfó el mal? El mal es la ausencia del bien y cuando este falta Dios Desaparece ¿A dónde había ido su Dios todo este tiempo? Luego susurro para sus adentros: “Me siento como Belgrano que después de haber luchado por la patria terminó pobre y enfermo, la diferencia es que él nos lego la bandera y un ejemplo de austeridad y compromiso, en cambio ¿Qué he dejado para ejemplo de mis hijos si todo el esfuerzo que hice se deshizo como un frugal atardecer? La noche cayo muy oscura sombre mi, la prensa nos critica, nos llaman asesinos ¿Qué pensarán mis hijos? ¿Por qué los seres humanos nos cuestan tanto diferenciar el bien del mal? Si a Jesús lo mataron pensando que hacían un bien, pero claro, había intereses económicos de por medio ¿no será que nuestros intereses mezquinos a veces nublan la moral? No, no puede ser, yo he luchado por el bien, por la libertad, la justicia y el derecho, no dejaré que cambien mi parecer, no dejaré que rompan mi ser, no dejare que me confundan”. Estaba enfermo, y mientras pensaba todas estas cosas su corazón parecía detenerse, en ese momento recordó el imperativo categórico de Kant que dice que todo lo que uno hace debe transformarse en ley universal, o sea que todo lo que hacemos nosotros puede ser imitado por los demás, entonces trajo a la memoria un par de planes que había llevado adelante en consonancia con intereses extranjeros. Dicen que antes de morir, toda la vida pasa en 40 segundos, cada segundo que pasó se le venía a la imagen las personas que había fusilado, torturado, todos los que había juzgado sin juicio previo, los sospechosos que por hacer una actividad social había apresado, la sangre corrida en las celdas, las madres embarazadas, los adolescentes ultrajados y fue allí que antes de morir, donde se dio cuenta que...cerró los ojos, dejo caer una lagrima en el piso y expiró.

lunes, 6 de junio de 2011

El colibrí



Paso por mi ventana un extraño zumbido, salí afuera para ver de qué se trataba; me encontré con un colibrí con su gran pico en una hermosa flor, le pregunte qué estaba haciendo y me contó que estaba polinizando las flores ¿Acaso no sacas el néctar? le indagué. Me contestó que sí, que esa es la recompensa que les dan las flores por hacer ese trabajo. Y me relató que sus antepasados hace muchos años vivían solo de comer insectos, pero desde que el hombre corta y quema los árboles, los insectos empezaron a escasear, los colibrís vieron desiertos, mucha desolación y desconcierto, entonces hicieron crecer su pico comprometidos a llevar polen de flor en flor, ayudando a las abejas, para que haya muchas plantas, arboles, flores y poesía. Desde ese entonces trabajan incansablemente para mantener la selva viva, y cada flor los recompensa con un vaso frío de néctar dulce. Le contesté que entre los humanos hay mucha gente que está preocupada por la problemática, pero que el ser humano tarda un poco en percatarse de la importancia de las cosas, la mayoría de las veces sucede cuando las pierde, si ni siquiera valora la propia vida aniquilándola en guerras y en desastres provocados por su propio descuido. Le pedí que nos de tiempo, que poco a poco iremos volviendo a recuperar el equilibrio natural que permite la vida. Me miro desconfiado y se fue volando sin decir palabra.

viernes, 3 de junio de 2011

El pichon



Era un hermoso pichón recién salido del huevo, por primera vez era madre y eso le encantaba. Lo cargaba sobre sus espaldas y lo llevaba a recorrer los valles, montañas y llanuras, a ambos les deleitaba volar y descubrir lugares, sentir la velocidad, el viento en la cara, dominar las alturas y los abismos. Para buscar alimento la madre lo ponía en lo alto de un árbol, así lo protegía de los depredadores y buscaba comida para ambos, esto ya era rutina, lo que no se daba cuenta es que el pichón crecía cada vez más y que le estaba costando despegar con tanto peso, pero como era excesivo su amor maternal, no se atrevía a mandarlo solo a jugar por los aires, pues temía que lo agarre un águila, que choque contra un árbol, que lo maltraten los amigos o que caiga en picada. La abuela con mucha experiencia le había aconsejado que de esa forma estaba malcriando a su hijo, pues los hijos deben aprender haciendo, jugando, saltando, no hay otra vuelta, y para darles autonomía hay que dejarlos probar, por más que cometan errores, y pongan en juego su seguridad, pues esta es la ley de la vida, sin no nunca tendrán confianza en sí mismos. El pichón no podía volar, porque al no utilizar nunca sus alas, estas se habían atrofiado, y lo peor de todo es que no se sentía capaz de hacerlo. Un día que estaban comiendo unas semillas en el suelo junto con su madre, no percibieron que un gato estaba oculto detrás de los pastizales, y cuando este se abalanzó a gran velocidad sobre ellos, el peso del pichón hizo que no pudieran despegar a tiempo…