miércoles, 12 de mayo de 2010
El macho
Era una mujer hermosa, tenía gracia, era amable y suave, gano todos los concursos de belleza. Los hombres competían por estar a su lado. En un baile conoció a un hombre que parecía sincero además de cordial y simpático, luego de unos años se casaron. El fue teniendo una rápida metamorfosis, celos y miedos lo habían convertido en otra persona, como esos días soleados donde de repente las nubes lo vuelven gris. No paraba de mandarle mensajes al celular de su mujer cada dos por tres, preguntando qué estaba haciendo, con quien estaba, cuando ella volvía a la casa controlaba los mensajes y las llamadas, cuando sospechaba algo devolvía la llamada para escuchar la voz que le contestaba, si era un hombre, por mas que era el doctor, o el gerente del banco, se enojaba mucho, le agarraba el brazo fuertemente y le daba una bofetada diciéndole: _ ¡a mí no me escondes ningún secreto! No le dejaba maquillarse, ni ponerse polleras cortas, porque decía que los hombres la iban a desear. Una vez una amigo le pregunto cómo andaba su mujer, él lo insulto y amenazó con romperle la cara sí le volvía a preguntar lo mismo. Un hermano suyo que sabía lo que pasaba ya que había hablado con su cuñada, le recomendó un psicólogo, pero en la primera sesión cuando escuchó que su problema quizá era causado por la falta de autoestima porque de niño había tenido poco amor; o por el gran narcisismo que había desarrollado que si la atención no era puesta en él desatara su furia y frustración; le pareció un argumento armado en complicidad con el hermano ya que este siempre lo acusaba de estos atributos, se levantó y se fue sin decir adiós. Ella trabajaba de odontóloga, un día llego tan golpeada al consultorio que los colegas llamaron a la ambulancia y tuvo que quedar internada unos días, el marido estuvo detenido pero ella mando a pagar la fianza, sus colegas le decían que lo deje, pero ella aferrada a sus valores católicos no pensaba que era lo correcto, además él después de haber ejercido violencia contra ella siempre volvía arrepentido con flores o algún regalo que hacía que ella le perdone todo, ella pensaba que esta era la actitud cristiana. El marido la iba a buscar después del trabajo, no le dejaba que hable con ningún hombre, el solo hecho de hacerlo era una causa de golpiza. Un día ella desapareció, nadie supo donde se fue, en el pueblo se decía que él la había matado a golpes y luego la había enterrado en el patio de su casa. Pero como en todo pueblo siempre se habla más de la cuenta, y lo que no se sabe se inventa, se decía también que había huido con un ex novio a una hermosa casa en un lago. En los cuentos como en las películas, el final ya está determinado por la imaginación del escritor, pero en la vida de las personas y en estos casos de violencia familiar, son las mujeres la que deben elegir qué final darle a sus vidas. Lo que tienen que saber las mujeres que el marido les pega, es que no es digno de merecerla, la mujer tiene derecho a la legítima defensa y a alejarse de quien la maltrata. Claro que el amor todo lo cree, todo lo perdona y todo lo espera, pero cuando se daña a otra persona, tanto física como moralmente, el que ofende a parte del arrepentimiento debe tener un compromiso con el cambio, de lo contrario se legitima la injusticia y se mantiene un estado que no hace bien ni a la víctima ni al victimario.
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