Había una vez una planta que vivía en un jardín rodeada de muchas otras plantas vanidosas. La dueña del jardín tiraba la basura, las hojas secas, los troncos podridos, en la esquina donde vivía esa planta. Como las plantas suelen ser muy celosas y chismosas, empezaron a burlarse de la planta con desperdicios a sus pies, cuando le tiraban hojas secas _ ¡Qué lindo traje de otoño! Le decían y se reían. _ ¡Parece que una planta anda con indigestión! ¡El sol no sale para todos! Siempre en un tono irónico, lo que la ofendía mucho. Mientras ellas contemplaban los colores de sus flores y el verde de sus hojas, como ni siquiera Salomón con todo su lujo se ha podido vestir así. Paso el tiempo, y la basura orgánica fue transformándose, las hojas secas fueron desasiéndose, y de la noche a la mañana, la planta con fea tierra, con feos olores, se convirtió en la planta con las flores más bellas del jardín, lo que no sabían las otras plantas es que la basura orgánica serviría como compost que la nutriría con los mejores alimentos. La gente pasaba y decía ¡Que linda planta! ¡Qué elegante! ¡Qué lindos colores! ¡Qué rico perfume! Tanta fue la envidia de las plantas chismosas que se marchitaron todas las flores de sus ramas.
Moraleja: El mal es el compost para mayor bien. La vanidad marchita a las más bellas flores. Como dijo un poeta: “El invierno es solo la primavera dormida”
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