viernes, 30 de agosto de 2024

La niña desaparecida

 Era una niña pequeña, su padre solía acariciarle el pelo y cantarle zamba de mi esperanza con la guitarra, siempre le traía regalos cuando volvía del trabajo, la mayoría eran usados pero a ella no le importaba, a caballo regalado no se le miran los dientes su padre le enseñó, un día le trajo un oso con manchas rojas con olor a hierro que le llamó su atención pero su madre limpió rápidamente. Ella deseaba ser como su padre, era la persona que más admiraba, siempre con el uniforme limpio, bien planchado, su cabello peinado con fijador, las botas bien lustradas, bigote prolijo, era el primero en levantarse y el último en acostarse, con la pieza ordenada a la perfección, todo en su lugar. Un día de 1976 volvió enojado había tenido una mala noche sus compañeros ultrajaron unas menores de 14 y 16 años en su presencia y eso le había quitado el apetito, le excitaba salir a cazar conejos como algunos de sus compañeros le decían, pero a él no le gustaba tener contacto con los terroristas había aprendido en la escuela de las Américas y como enseñaba el manual de los franceses a no empatizar con el enemigo.  En la universidad a ella le contaron historias de que en la época en que su padre le traía regalos se cometieron muchos crímenes, hasta llegó a conocer a un alumno que decía ser hijo de desaparecidos y que descubrió su identidad muchos años después, ese alumno contó que un informe oficial de los militares mostraba que para 1978 en Argentina había 22.000 “elementos extremistas eliminados” como lo describía ..; cinco años después cuando finaliza es fácil imaginar que hasta son más de los que se quiere negar y que se había enterado luego por un compañero de su padre que a su progenitor lo habían arrojado dopado con pentotal desde un avión, pero ella no podía creer esas cosas, porque conoció a varios camaradas, que parecían personas de bien. Eran inventos que los grupos violentos habían armado para legitimar su defensa, como la cifra azarosa que pretendían hacer creer; su padre siempre había sido honorable, cortés y gentil, le había enseñado que la piedad era cosa de débiles y que al enemigo ni justicia, una frase que había aprendido de sus rivales. El nunca se olvidaba de hacer sus oraciones antes de comer; le había explicado que siempre luchó para tener un país más próspero, con orden, disciplina para que cuando ella creciera pudiera vivir en un mundo mejor y más seguro. Cuando su padre falleció se comprometió a que honraría su memoria, así que ocupando un cargo en la función pública hizo todo lo posible para que nadie se atreva a contar otra historia diferente a la suya. Lo que ella pudo percibir en esos años fue que su padre había defendido a la Nación de terroristas, que luchó por la patria, ella no iba a dejar que manchen la memoria de su ídolo, incluso si para ello tenía que volver a perseguir al enemigo.


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