jueves, 26 de mayo de 2011
El buscador de oro
En las montañas de un lejano lugar había un buscador de oro muy trabajador, desde temprano agarraba las herramientas y se iba a buscar el preciado oro. Siempre encontraba alguna que otra pepita que le permitía vivir dignamente junto a su familia. Los domingos por la mañana iba con sus hijos a pescar a la laguna, si el clima los acompañaba se quedaban a almorzar debajo de un viejo árbol. Él era muy feliz pero no se percataba de ello, hasta que un día excavando en la mina encontró varias pepas de oro de gran tamaño como siempre había soñado; esto le permitió comprar la casa más grande del pueblo, la que pensaba inalcanzable, y se fueron a vivir allí con la familia. Una noche después de haber compartido una gran fiesta con nuevos amigos, la familia quedó reunida para resolver algunas cuestiones administrativas de la compañía, discutían en un tono agresivo, cosa que le molestó mucho al padre, quién salió de la habitación pensando que cuando no eran tan ricos, no tenían tantos problemas, se sentó cerca del calor del hogar y mirando las llamas recordó cuando el fuego los abrazaba del frío invernal en la cabaña de madera, le volvieron a la mente, los cuentos del abuelo, los colores del amanecer, la transparencia del arroyo, el aroma de las flores silvestres, el trabajo compartido con sus hijos, los amigos de la comarca que ya no veía, en ese momento se dio cuenta que no era la cantidad de oro lo que le daba la felicidad, sino el modo en que vivía cada día y que persiguiendo sueños es como se nos escapa la felicidad del presente.
martes, 24 de mayo de 2011
El gran ratón
Había una vez un ratón que era de tamaño muy grande, en la aldea de ratones todos le tenían miedo y eso a él lo regocijaba, empujando con una carcajada a los que pasaban a su lado. Tenía como pasatiempo ir a la selva y entorpecer el paso de las hormigas, les quitaba la carga, las desviaba de camino, si alguna se atrevía a hacerle frente la aplastaba, era conocido por haberse almorzado una araña pollito sin cocinarla, casaba mariposas y les robaba miel a las yateí. Una tarde estaba rompiendo un hormiguero por simple diversión, sin percatarse que en la rama de un árbol había un yaguareté que lo miraba detenidamente, el yaguareté no podía creer lo que percibía, un ratón que aplastaba hormigas para entretenerse. Entonces bajo silenciosamente y de un pisotón le aplasto la cola al gran ratón. En ese momento, todo el mundo cayó ante sus ojos, se veía tan pequeño al lado de tan solemne animal, que lo único que se le ocurrió hacer es largarse a llorar, implorando clemencia por su vida. Al yaguareté no le gustaba comer ratones, solo quería darle un gran susto, nunca pensó que aquel ratón iba a ser tan cobarde, claro es fácil ser altanero con los seres más pequeños y débiles. Está bien _dijo el Yaguareté _te perdonaré la vida, pero no quiero verte nunca más molestar a las hormigas ni que robes miel a las yateí. Siempre va a ver seres más pequeños que tú, pero también los habrá más grandes, por eso nunca debes maltratar a los más pequeños, pues no debes hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti. _ Lo comprendo claramente_ contestó el ratón_ prometo que nunca más me burlaré, ni me aprovecharé de los más pequeños_. Entonces el yaguareté le soltó la cola y el ratón se perdió entre la maleza, tenía tanto susto que no paró hasta llegar a su casa. Nadie supo lo que pasó aquel día en la selva, pero algo le había enseñado una gran lección. Ahora era mucho más amable de lo necesario, esto lo lleno de muchos más amigos y fue mucho más feliz.
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