lunes, 9 de agosto de 2010

Día del Niño

Una tarde en la que trabajábamos con mi padre un profeta pasó por el pueblo; mi padre dejo sus herramientas se lavo las manos y me dijo: _ quédate y alimenta a los animales. Pero yo quería acercarme al gentío, quería conocer a ese maestro que tanto se hablaba en pueblo, algunos hablaban muy bien, otros muy mal de él, los había escuchado discutir camino a Jerusalén, por eso me intrigaba saber quien era él. Desobedeciendo a mi padre me acerque junto con otros compañeros a ver al profeta, pero los adultos empezaron a empujarnos, nos dieron unos golpes y nos decían que nos alejemos del lugar. Pero en ese momento el profeta dijo: _ ¡Dejen que los niños vengan a mí! Me abrazó, me preguntó mi nombre, y jugo con nosotros a la kalaha, nos divertimos un montón, cuando volvía a casa mi padre me miró con bondad, ni siquiera se enojó conmigo, realmente aquel señor era un profeta; yo pensé que me encontraría con uno de esos señores de largas barbas, bien vestido, que ni nos miraría, sin embargo hasta jugo con nosotros, fue la primera vez que me gusto ser niño.

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