jueves, 12 de agosto de 2010
El devorador de cerebros
Todos acudíamos alegres al culto y escuchábamos las palabras del pastor con mucho agrado, cantábamos, bailábamos y nos sentíamos felices. Me empezó a ir mejor en mi trabajo, gozaba de mejor salud y la relación con mi esposa nunca había marchado mejor, jugaba con mis hijos, los pájaros cantaban nuevamente por mi camino y los amigos volvieron a divertirse en casa. Parecía mentira como dejarse llevar por un buen pastor nos puede cambiar la vida, sentía la salvación en mi corazón, di las mayores donaciones para el sostenimiento de la iglesia, todo era caridad, bondad, alegría. Pero en la vida cuando las cosas son tan fáciles hay que desconfiar, había superado demasiado rápidamente los problemas y encontrado respuestas para todo; los pobres del barrio estaban así porque no tenían fe, la corrupción del gobierno no era mi problema, era su condena, la muerte de mis seres queridos ya no me afectaba porque estaban en el paraíso, la enfermedad que me aquejaba era parte de mi sacrificio, la guerra en otro país era una guerra santa y justa contra los malvados ¿Porque tuve que despertar? ¡Ahora entiendo a los drogadictos! me habían dicho que el pastor cortaba la capa del cráneo para devorar a los fieles estando vivos, como hacen en ciertos restaurantes orientales donde encierran a un mono debajo de la mesa y los comensales con martillos le rompen a golpes el cráneo, luego el mesero corta el cuero cabelludo y comen su cerebro, dicen que de ese modo absorben la sabiduría del mono, yo no les creí, pero ahora que estoy atado debajo de la mesa ya es tarde.
lunes, 9 de agosto de 2010
Día del Niño
Una tarde en la que trabajábamos con mi padre un profeta pasó por el pueblo; mi padre dejo sus herramientas se lavo las manos y me dijo: _ quédate y alimenta a los animales. Pero yo quería acercarme al gentío, quería conocer a ese maestro que tanto se hablaba en pueblo, algunos hablaban muy bien, otros muy mal de él, los había escuchado discutir camino a Jerusalén, por eso me intrigaba saber quien era él. Desobedeciendo a mi padre me acerque junto con otros compañeros a ver al profeta, pero los adultos empezaron a empujarnos, nos dieron unos golpes y nos decían que nos alejemos del lugar. Pero en ese momento el profeta dijo: _ ¡Dejen que los niños vengan a mí! Me abrazó, me preguntó mi nombre, y jugo con nosotros a la kalaha, nos divertimos un montón, cuando volvía a casa mi padre me miró con bondad, ni siquiera se enojó conmigo, realmente aquel señor era un profeta; yo pensé que me encontraría con uno de esos señores de largas barbas, bien vestido, que ni nos miraría, sin embargo hasta jugo con nosotros, fue la primera vez que me gusto ser niño.
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