miércoles, 6 de octubre de 2010

La Brasita

Un día pusimos pan arriba de una parra para que los pájaros puedan encontrar un recreo en su búsqueda de alimento, fue así como se acerco a nuestra casa una brasita, como se le llama a el pájaro que tiene un copete rojo en su cabeza, ya que es como si tuviera una brasa encendida. Al principio era reacia, uno abría la puerta y disparaba por los aires, pero poco a poco, entre pan y alpiste, se fue haciendo amiga, como el comedor de la casa tiene una gran ventana que da al patio, la brasita se acercaba picoteaba el vidrio para avisar que no había más pan o alpiste en la canasta. Era simpática venía justo en los horarios en que la familia estaba reunida en torno a la mesa, como si viniese a compartir un buen momento. Pasaron los meses y la brasita trajo a su compañera, era lindo verlos juntos, buscando el alimento de cada día, porque como dijo alguien: Dios a cada pájaro le da su alimento pero no se lo pone en el nido. Ya hace varias semanas que la brasita no vino mas a buscar su ración de comida, no sé lo que le habrá pasado, pero he visto que un vecino de los alrededores a tumbado varios árboles y me temo que su nido se habría destruido en la caída de alguno ya que siempre la veía en uno de esos árboles, que extraño es extrañar, pero se nota su ausencia, compartir el mundo con amigos es lo más grato que hay, aunque a veces solo te saluden con un canto, como saben hacer los pájaros silvestres. Una tarde soleada, caminando por el barrio divise a chicos con gomeras en sus manos divirtiéndose cazando pajaritos, y empecé a pensar que a la brasita quizá le pasó lo peor; ya que a los animales les quitamos sus casas, cortando los bosques sin dejar espacios salvajes para los pájaros, también encontramos diversión en cazarlos sin respetar vedas y zonas donde está prohibida la caza, pero no somos capaces de asombrarnos ante la flor que crece a la orilla de un arroyo ni de la mariposa colorida que chupa su néctar, por eso tenemos pocos amigos, porque lo que vemos queremos dominar, pero a los amigos hay que dejarlos libres, como la brasita que venía a cantar en la ventana y que ya nunca más lo hará.